Antropólogo de la Universidad Nacional, Magíster en Análisis Político, y Relaciones ales

miércoles, 21 de mayo de 2008

UN MOVIMIENTO ESTUDIANTIL JUSTO. UNA CONTRA-REFORMA DERROTADA.

La amenaza de cancelación selectiva del semestre, adoptada por el rector Wasserman tiene el sentido de un castigo represivo ante el movimiento estudiantil. Demuestra la incapacidad del grupo directivo actual de la Universidad Nacional de resolver de manera razonable el conflicto creado por sus reformas, inspiradas en el modelo académico-mercantilista del Banco Mundial y en la seguridad “democrática” de Uribe. El criterio de “enemigo interno” con el que el reglamento y el proyecto de “convivencia” miran al estudiantado es la comprobación de la miseria conceptual que rodea el proyecto Palacios-Fayad-Wasserman para la UN.

Sectores del profesorado han brillado por su pasividad ante una reforma que debe ser considerada como una agresión a sus derechos académicos y laborales. Se ha incrementado, sin consulta ni concertación, la carga académica; la flexibilización anuncia el establecimiento de un tercer semestre, sin mejoramiento salarial; los requisitos del nuevo estatuto docente representan un acoso para los profesores jóvenes; los salarios de enganche son un desestímulo; el incremento de las dedicaciones de cátedra y el creciente número de “ocasionales” ponen en riesgo la calidad académica y la estabilidad docente. El profesorado ha perdido su capacidad para negociar sus condiciones laborales, los estímulos colectivos para el mejoramiento de su compromiso de superación y la carrera docente tiende a devenir en una carrera de obstáculos. La contra-reforma Palacios-Fayad-Wasserman liquidó el proyecto estratégico de presencia nacional, campos de acción institucional y programas estratégicos que alguna vez vislumbró el Alma Mater en años recientes. En su reemplazo, las canastas de ofertas investigativas de Colciencias y otras entidades exigen duras competencias entre grupos y uniones temporales que tienden a asemejarse a las disputas del inframundo de la politiquería tradicional por los contratos.

Ha surgido entre colegas del profesorado el llamado a salvaguardar la “institucionalidad”, como si el movimiento estudiantil pusiera en peligro la existencia de la Universidad Nacional. Están equivocados. Su llamado es el retorno al lugar común del autoritarismo, inspirado en la lógica de la “mano firme”. No deben pasar por alto que en la moral pública de moda, agenciada desde el poder del Estado, el paradigma es la mentalidad sumisa y las “manos cortadas” como trofeos de la delación y el sapeo, para cobrar recompensas.

Es contra ese modelo de mercantilización y decadencia moral contra lo que se ha levantado el movimiento estudiantil. La juventud estudiantil enarbola la dignidad de la Universidad pública al defender su sentido democrático, de pensamiento abierto, crítico y libre. Al defender, también su derecho a una formación de calidad, no a una formación rebajada, fragmentada o reducida a competencias elementales, adecuadas a otros campos de la división del trabajo.

Es digna, igualmente, la defensa del Campus universitario, frente al obscuro Plan de regularización y manejo, suscrito con el IDU, que se ha prestado a los negociados de enriquecimiento privado, que no han sido, en absoluto, esclarecidos por los organismos competentes, ni han provocado las renuncias que la Comunidad universitaria y la ciudadanía esperan. La Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional no puede disolverse en el sistema vial ni en el circuito comercial de Corferias, cual si fuera un estorbo para los macro proyectos que el libre comercio y la globalización capitalista pretenden imponer con la privatización del Aeropuerto Eldorado y el puerto seco. La Ciudad Universitaria es un hito urbano irrenunciable de la identidad de Bogotá, capital de la república de Colombia.

No es tarde para que la intelectualidad académica entienda que debe mostrar su capacidad para pensar y reclamar los derechos que la autonomía constitucional otorga a la Universidad pública. No es tarde para exigir una reforma construida con nuestras manos y nuestras mentes, al servicio de la sociedad y no de la acumulación de capital en manos privadas.

Profesor Jaime Caycedo Turriago
Bogotá, mayo 21 de 2008

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