Antropólogo de la Universidad Nacional, Magíster en Análisis Político, y Relaciones ales

jueves, 22 de agosto de 2013

Unidad, mandato de la base popular

Jaime Caycedo, secretario General del Partido Comunista.
Hay un nuevo momento de la realidad colombiana marcado por la creciente movilización de la inconformidad y la protesta, popular y cívica. El predominio del conflicto social que separa al establecimiento de las grandes mayorías trabajadoras, campesinas, indígenas y afrodescendientes de las periferias rurales y agromineras pone en escena la urgencia de cambios largamente represados y convertidos en dogmas inamovibles por la derecha gobernante. Aún para los más refractarios en comprender la integralidad compleja que conecta la guerra contrainsurgente del Estado y los retrocesos evidentes en materia de política agraria, minera, laboral, en salud, pensional y ambiental, para beneficio exclusivo del gran capital, de la tercerización y la corrupción, la lucha popular refresca y esclarece las contradicciones profundas de la sociedad y el Estado.



Aunque el régimen y los medios lo tergiversen hasta la caricatura, lo que se dialoga en La Habana es realidad vibrante en la movilización popular del paro nacional agrario, minero, camionero, de la salud y demás expresiones de la protesta social. No por una intencionalidad diabólica sino como resultado de la vida misma. Pese a la diversidad de apreciaciones en la izquierda y en los movimientos sociales la vida genera dinámicas e impone la unidad como requisito de la victoria de las reclamaciones populares. En esta ocasión no se trata de una unidad de acción simple, de compañeros de viaje. En el contexto político actual las luchas, los levantamientos sociales regionales, los paros nacionales tienen una proyección mayor inevitable, porque agregan argumentos y legitiman los grandes debates sobre el futuro del país en los foros realmente existentes de la realidad nacional a saber: las carreteras y plazas públicas de la protesta, el diálogo por la solución política para la paz y la batalla electoral en ciernes.


Por esta razón, entendemos la unidad en la movilización no como una circunstancia aleatoria sino como un mandato de la base popular. Las fuerzas organizadas de la izquierda, del progresismo, de los movimientos políticos y sociales tenemos la obligación de traducir, en la realidad de la política, dicho mandato. La experiencia muestra que los esfuerzos por el reagrupamiento de la izquierda, por nuevas formas y condiciones de convergencia hacia un frente amplio no han sido en vano. La restitución de la personería injustamente suprimida a la Unión Patriótica ha reanimado la confianza en nuevos escenarios de unidad. El Polo ha tenido que reconocer ahora esta realidad.


Pongamos en claro algunas ideas en la perspectiva unitaria. Pensamos que se están creando las condiciones de posibilidad de un proyecto para desatascar al país por la vía de un cambio democrático. Hay que poner en convergencia identidades programáticas en reforma agraria, territorial y agrominera; el fin del modelo privatizador en salud, educación y servicios; rechazo a los TLC y a la precarización laboral; respaldo a los diálogos con las Farc, el ELN y el EPL con cese a los bombardeos y cese al fuego bilateral; plenas libertades y garantías para la oposición democrática y el ejercicio de gobierno de los procesos alternativos; reforma política y electoral; reforma de la justicia.


Una condición indispensable para la unidad deberá ser el respeto por las identidades y diferencias, la igualdad y la transparencia, con reglas claras y prevalencia del consenso. La convergencia debe construir el instrumento para la coordinación y la unidad de acción política, programática y de movilización de masas. Ese proyecto implicaría una propuesta de gobierno democrático de fuerzas, partidos y movimientos sociales de nueva mayoría, en abierta confrontación con la ultraderecha militarista y el reeleccionismo autoritario, sin democratización ni avance social, que propone Santos.


No puede tratarse de protagonismo electoral. Ni se trataría de legitimar el poder constituido. Se trata de ensayar explícitamente, con base en una actitud de principios y la aplicación de una línea de unidad, la conformación de una correlación de fuerzas más favorable y comprometida, que puede ser decisiva en la búsqueda de la paz con justicia social y todas sus implicaciones de cambio.


JAIME CAYCEDO

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