Antropólogo de la Universidad Nacional, Magíster en Análisis Político, y Relaciones ales

lunes, 23 de noviembre de 2015

La derecha vuelve al Gobierno en Argentina

Mauricio Macri
 Emir Sader


Esta vez las encuestas no se han equivocado; ganó la derecha y vuelve a gobernar Argentina, después de los 12 años de Gobierno de Néstor y Cristina Kirchner. Es la primera vez, desde que en 1998 Hugo Chávez fuera elegido presidente de Venezuela, que un gobierno progresista es derrotado en América Latina y se interrumpe la construcción de alternativas al neoliberalismo. En elecciones anteriores, como las de Venezuela y Brasil, los triunfos se dieron por márgenes estrechos, pero en Argentina las tendencias indicaban la probable victoria del candidato de Cristina Kirchner.



Una derrota de esas dimensiones no se debe a un único factor, tiene que ser resultado de problemas en la gestión del Gobierno nacional y de la provincia, de debilidades del candidato escogido, de errores en la campaña electoral, de éxitos en la sistemática campaña de los medios en contra del Gobierno y del buen hacer del candidato opositor.


El Gobierno de Cristina ha llegado a su etapa final con un alto nivel de apoyo y, al mismo tiempo, un alto nivel de rechazo debido, en gran medida, al propio estilo de enfrentamiento adoptado por ella, que permitió una gran movilización de la militancia kirchnerista pero, a la vez, provocó altos índices de rechazo en los sectores opositores. El Gobierno contaba con significativos avances sociales, sobre todo en comparación con el periodo de más grande retroceso social que el país había vivido; la crisis del 2001/2002. La propia oposición tuvo que reconocerlos en su día, hasta el punto de que sus candidatos se han comprometido en mantener los principales programas sociales del Gobierno.


La reelección de Cristina, en 2011, con el 54% de los votos contra el 22% del principal candidato opositor, consagraba los avances conquistados y el estilo del Gobierno. Sin embargo, en los últimos años, esos avances fueron cuestionados especialmente por los efectos de la inflación sobre el salario de los trabajadores. Al mismo tiempo, el control del cambio producía un cierto descontento en algunos sectores de la población, multiplicado por las campañas negativas de los medios de comunicación. La ruptura del Gobierno con la principal central sindical dificultó todavía más la política de control de los daños de la inflación.


La elección del candidato del Gobierno no resultó ser una buena alternativa. Y esto es debido a que no había un aspirante preferido por Cristina, pues el único que se situaba bien en las encuestas –Daniel Scioli– había tenido roces con el Gobierno. De hecho, si Cristina hubiera tenido alternativas, no habría sido Scioli el elegido. Lo cierto es que, en la campaña Scioli se ha revelado como un mal candidato y, al mismo tiempo, los resultados electorales en la provincia de Buenos Aires muestran que el suyo no ha sido un buen Gobierno.


El Gobierno contaba con la dificultad de enfrentarse a la oposición. Esta vez el principal adversario no era el radicalismo, pero se dividía entre un disidentes del Gobierno –Sergio Massa– y un opositor frontal —Mauricio Macri—. Massa aparecía como el candidato más peligroso para el Gobierno porque podría contar con votos peronistas y antiperonistas. En ese sentido, Macri aparecía como un candidato teóricamente menos preocupante por ser decididamente antiperonista.


La mayor sorpresa electoral, que ha cambiado de hecho el escenario político, fue el resultado de la primera vuelta. No olvidemos que las encuestas daban un triunfo directo de Scioli o una ventaja holgada, que lo haría llegar a la segunda vuelta como el franco favorito.


La diferencia de menos del 3%, con una suma significativa de votos por parte de los dos candidatos opositores, junto con la sorprendente derrota del kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires por una joven candidata vinculada a Macri, proyectaron una cierta ventaja de la oposición de cara a la segunda vuelta.


Macri pasó a encarnar en aquel momento la apuesta por el cambio que la mayoría de los argentinos —64%— habría votado, mientras Scioli representaba la continuidad del kirchnerismo. Ese escenario no ha cambiado a lo largo de la campaña en la segunda vuelta, aun con Scioli intentando distanciarse del Gobierno y con Cristina apareciendo menos. En el balance final, Macri conquistó el 70% de los votos, frente al 30% de Scioli.


El resultado representa un cambio radical en la política argentina, por más que Macri haya moderado sus posiciones respecto a las privatizaciones y a la política social del Gobierno de Cristina. Su principal medida inmediata, anunciada por el equipo económico neoliberal que ha conformado, será la devaluación del peso con el objetivo de cerrar la brecha entre el cambio oficial y el paralelo, con todas las consecuencias que esta medida tendrá en los salarios, los precios y el empleo.


Macri cuenta con la división del movimiento sindical y con la adhesión del principal dirigente de la mayor central a su campaña. En cualquier caso, es todavía incierto cómo el sindicalismo va a reaccionar a los duros efectos de la liberalización del cambio sobre las condiciones de vida de los trabajadores.


Argentina, con Macri, da un nuevo viraje a la derecha, similar al que dio con Carlos Menem hace dos décadas y media, cuyo contrapunto vino desde dentro del peronismo con el Gobierno de los Kirchner.


Ha llegado la hora de la temida restauración conservadora, que tiene su hora y su desafío. Van a querer borrar de la memoria de los argentinos y de la sociedad argentina todos los avances realizados por los gobiernos de los últimos 12 años de la peor crisis de la historia del país, resultado justamente del modelo neoliberal que Macri quiere de vuelta a la Argentina.


Serán años turbulentos los que sucedan a una era —la que hemos vivido— caracterizada por ser la de mayor estabilidad política y apoyo popular que Argentina haya vivido en su historia.



- Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).

http://www.alainet.org/es/articulo/173755







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